En el Noreste de la provincia de San Luis, a poco más de 800 metros sobre el nivel del mar, se extiende mansamente la Villa de Merlo. Ubicada sobre el faldeo de las Sierras de Comechingones, esta alegre y colorida villa serrana, está reconocida mundialmente por su microclima especial que atrae a miles de visitantes durante todo el año.
{mosimage}Los factores que favorecen este fenómeno, que hacen del lugar un destino turístico de excelencia, tienen que ver en primer lugar con la ubicación geográfica: las sierras cortan el paso, tanto a las corrientes de aire húmedo del Atlántico, como a los elementos contaminantes que devienen a través de su paso por la pampa húmeda.
En segundo lugar, como las sierras de Comechingones constituyen elevaciones antiguas, la carga eléctrica de las rocas es muy baja, con ionización negativa; asimismo, con la descomposición del granito se liberan átomos de oxígeno que en la atmósfera se transforman en ozono. Esta serie de factores, agregados a la altura en que halla Merlo y a la temperatura media anual, que no sobrepasa los 20°, logran provocar una saludable y grata sensación de bienestar.
Los días en el verano son cálidos pero generalmente frescos por la noche; en invierno la temperatura es sumamente agradable durante las horas en las cuales calienta el sol. Una de las cualidades de las noches de Merlo es la belleza de sus cielos tachonados de estrellas. La profunda diafanidad del ambiente permite contemplar con absoluta claridad las constelaciones y, en más de una oportunidad, quedar absorto ante la veloz aparición de alguna estrella fugaz.
Quizá la demostración más fehaciente de la proporción óptima de oxígeno que se encuentra en la Villa, es la abundancia de líquenes que se observan en los troncos de los árboles. Estos líquenes sólo crecen en regiones donde la presencia de oxígeno es alta y no se registra contaminación.
{mosimage}Los antiguos pobladores de estas tierra fueron los Comechingones. De acuerdo con el relato de los primeros españoles que pisaron estas sierras, los aborígenes usaban la palabra “comechingón” como grito de guerra que incitaba a matar; fue por esto que los conquistadores los bautizaron con ese nombre. Su subsistencia estuvo basada en la agricultura, la recolección de frutos, la crianza de llamas y alpacas y la caza. Vivían en chozas semienterradas; eran construidas sobre pozos a ras del suelo, con pequeñas entradas. Los restos de algunas de ellas pueden encontrarse en la actualidad en diversos lugares de la zona.
Este pueblo de los Comechingones es uno de los de mayor riqueza pictográfica de nuestro país. Existen más de mil obras de arte rupestre diseminadas en el interior de cuevas y cavernas.