Por Juan Manuel Repetto
Por primera vez, un productor ganadero podrá vender energía eléctrica a la red de la provincia de Buenos Aires, generada a partir de efluentes de sus animales. El proyecto comenzará a funcionar con 200 viviendas en Carlos Tejedor.
Un establecimiento ganadero bonaerense comenzará a alimentar de energía eléctrica a la localidad de Carlos Tejedor, que posee 5000 habitantes, a partir de los efluentes que genera su ganado vacuno y con los cuales produce biogás. Es la primera iniciativa de este tipo en la provincia de Buenos Aires.
El proyecto comenzará a implementarse a fines de 2015, cuando se alimenten las primeras 200 viviendas con energía eléctrica generada con los residuos producidos por los 500 vacunos del productor Luis Antonio Urdangarin. Cada día, estos animales producen 13,5 toneladas de materia húmeda (estiércol), que son recolectadas y tratadas en un biodigestor de alta capacidad para generar 800 m3 diarios de biogás. La novedad es que, ahora, ese combustible se transformará en energía eléctrica mediante un grupo electrógeno y comenzará a venderse a la red local a través de la cooperativa de Carlos Tejedor.
Urdangarin viene trabajando en este proyecto desde 2012 junto a los agrónomos Ezequiel Weibel y Martín Pinos, responsables de Biogás Argentina, una empresa incubada por IncUBAgro, la incubadora de emprendimientos tecnológicos de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA).
«Primero reemplazamos los corrales de tierra por otros de hormigón para recolectar el estiércol de manera eficiente. También instalamos medias sombras y aspersores para bajar la temperatura del ambiente y mejorar el confort de los animales. Y construimos los reactores anaeróbicos donde se tratan los efluentes con diferentes colonias de bacterias que degradan la materia orgánica y generan el biogás», explicó Weibel al sitio de divulgación científica Sobre la Tierra, de la FAUBA.
Aunque el gas generado (metano y dióxido de carbono) bien podía utilizarse en la cocina, o para calefacción, funcionamiento de calderas o motores de generación eléctrica, en esa primera instancia el establecimiento no tenía necesidades energéticas. La intención sólo era producir biofertilizante (obtenido de la degradación de la materia orgánica) para mejorar la calidad de los suelos.
Además, en 2012 tampoco estaban dadas las condiciones legales en el país para vender esa energía a la red eléctrica local, a diferencia de lo que ya sucedía en Europa. En países como Alemania, el biogás se podía usar como energía eléctrica o combustible, distribuido en los pueblos a partir de los diferentes gasoductos. Incluso se vendía en estaciones de servicio para los vehículos.
Los socios de Biogás Argentina se capacitaron en Alemania a través de IncUBAgro, la incubadora de la FAUBA, y de la Red Emprendia, para traer a la Argentina tecnologías de punta que luego se adaptaron a las condiciones locales. Sólo un año después, a partir de la resolución Nº 453 del Ministerio de Infraestructura de la provincia de Buenos Aires, que habilitó el Sistema de Transacciones Físicas y Económicas de Energía Eléctrica Distribuida (SIsTFEED), surgió la oportunidad de vender la energía generada en el campo.
Desde entonces se abocaron a diseñar un proyecto que, además de producir biofertilizante, les permitiera vender la energía generada a la cooperativa eléctrica de Carlos Tejedor. Y para ello fue fundamental el vínculo con el Proinged (Programa de Incentivos a la Generación de Energía Distribuida de la Provincia de Buenos Aires), que evaluó y apoyó la iniciativa.
«Nos aprobó una tarifa que reconoció las inversiones del productor y financió a la cooperativa en la instalación eléctrica y el motor generador», dijo Weibel, y destacó: «Anteriormente, este organismo otorgó fondos para proyectos de energía eólica y solar, pero esta es la primera iniciativa que se aprueba con biogás, con una tarifa y el financiamiento para llevarlo adelante».
Ahora los productores de Carlos Tejedor junto a la Cooperativa quieren que el pueblo entero pueda autoabastecerse de energía con los desechos de los animales. Según los expertos, es una expectativa viable en una población de 5000 habitantes, como la de esta localidad.
Weibel y Pinos adelantaron que su empresa ya está trabajando con otro proyecto en la escuela agrotécnica salesiana Carlos M. Casares, del partido de 25 de Mayo, que involucra un desarrollo educativo y la posibilidad de tratar los efluentes generados por un tambo y por la cría de cerdos para producir biogás y biofertilizantes. Cuentan con el financiamiento del estado alemán y estarían funcionando con las instalaciones nuevas a comienzos de 2016.
Buenos rindes con biofertilizantes
El establecimiento La Micaela, de Urdangarin, tiene capacidad para engordar 1000 novillos y produce sus propios granos para el alimento de esos animales sobre una superficie de 300 hectáreas. Allí se realizaron ensayos para evaluar la eficiencia del biofertilizante producido en el biodigestor con los desechos de los vacunos.
«El biofertilizante que generamos es rico en fósforo, nitrógeno y potasio, además de tener micronutrientes y hormonas de crecimiento vegetal», sostuvo Weibel.
Los ensayos se realizaron sobre un lote de 20 hectáreas sembrado con maíz, al que se aplicaron cuatro tratamientos: uno testigo sin fertilización, uno con fertilizantes químicos (urea + mezcla física de inicio), uno mixto con 50% de fertilizantes químicos y 50% de biofertilizante, y uno sólo con biofertilizante.
Las parcelas tratadas con biofertilizante produjeron más que las no tratadas (7991 contra 6700 kg/ha), aunque las tratadas con fertilizantes químicos fueron las que alcanzaron los mayores rendimientos (9138 kg/ha). Las que recibieron tratamiento mixto tuvieron una ubicación intermedia (8687).
«Pensamos que la complementación de los dos productos es la mejor opción, porque además del beneficio instantáneo por el aumento en los rendimientos, a mediano plazo se reconstituye la materia orgánica del suelo y se aporta nutrientes, sobre todo en ambientes marginales», dijo, y adelantó que en la actualidad están realizando pruebas con pasturas.
«El lote destinado al ensayo del biofertilizante sigue en evaluación, encontrándose en crecimiento un cultivo de cebada que se destinará a grano para poder comparar los rendimientos de los diferentes tratamientos. Se sabe por experiencias internacionales que, más allá del efecto instantáneo, el biofertilizante posee un fuerte impacto en el mediano plazo», concluyó.