Por Pablo A. Roset
En la Región Pampeana, el invierno es una estación dura para las vacas, ya que la producción de pasto es muy baja. En esa época, el raigrás anual es un recurso forrajero clave. La mayoría de estas plantas se asocia con un hongo —llamado endófito— que induce la producción de compuestos químicos no tóxicos para el ganado y que desalientan el consumo de los insectos herbívoros. Luego de preguntarse si las vacas también sentirán algún rechazo por el raigrás con endófito, investigadores de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) determinaron que, puestos a elegir, los animales comieron hasta un 25% más de raigrás libre del hongo. ¿Afectará esta preferencia la producción ganadera?
“Nuestro objetivo fue detectar si la presencia de este hongo endófito —que se llama Epichloë occultans— en el raigrás anual desalienta el consumo vacuno. Sabíamos que esto ocurría con ratones e insectos, pero no con el ganado, ya que este pasto no le resulta tóxico. Conocerlo sería fundamental para la producción ganadera porque el raigrás anual, o Lolium multiflorum, es la forrajera que más se usa para salvar el bache invernal de forraje, sobre todo cuando este endófito está presente en la mayoría de las plantas”, dijo María Semmartin, docente de la cátedra de Ecología de la FAUBA.
Semmartin, quien también es investigadora del Conicet, profundizó en los resultados que obtuvo junto con un grupo de colaboradores. “Nuestro trabajo, que está publicado en la revista Austral Ecology, muestra por primera vez que el ganado —puntualmente, novillos— prefirió comer más las plantas de L. multiflorum sin endófito vs. las infectadas con este hongo, incluso hasta en experimentos de sólo 10 minutos de duración”.
La investigadora comentó al sitio de divulgación Sobre La Tierra que el efecto desalentador del consumo fue contundente y preocupante a la vez. “Si los animales sólo disponen de este recurso forrajero para pasar el invierno, podría suceder que la presencia o no de endófito en este pasto afecte la alimentación del ganado”.
“En general, una cantidad de factores pueden influir sobre las decisiones que toman las vacas al preferir un alimento antes que otro. Por ejemplo, el tamaño del bocado o la altura de las plantas o la del pastizal. Por eso diseñamos el estudio como para explicar qué causas estaban detrás de la elección, además del nivel de infección con endófito”, explicó Semmartin.
La investigadora señaló que realizaron tres experimentos en el INTA de Concepción del Uruguay, junto a José de Battista y su equipo, a fin de evaluar el rol de la infección con endófitos sobre la preferencia del ganado. En el primero, para detectar los efectos de la estructura del canopeo y las características nutricionales del forraje, a los novillos se les ofrecieron parches cultivados con raigrás con diferentes niveles de infección. En los otros dos, para estudiar el impacto de los estímulos visuales, táctiles y olfativos del raigrás anual sobre la preferencia, se les ofreció raigrás de esos parches, cortado y en bateas.
“En los tres experimentos, los animales tuvieron a su disposición L. multiflorum con distintas proporciones de plantas con endófitos, desde 0 hasta 95%. Para todos los casos verificamos que los novillos siempre comían más del raigrás con menor infección, y que esa preferencia no se asoció ni a cambios en la biomasa de plantas ni al contenido de proteína o fibra ni a la producción de compuestos volátiles. El factor disuasivo del consumo fue la presencia del hongo”, afirmó Semmartin.
“La mayoría de las plantas de L. multiflorum que encontramos en el campo vive en simbiosis con el endófito; incluso, es frecuente encontrar hasta el 100% de las plantas infectadas o asociadas”, puntualizó Marina Omacini, docente de la cátedra de Ecología de la FAUBA y coautora del trabajo. En este sentido, agregó: “Ambos organismos se benefician. El raigrás anual le brinda al hongo la posibilidad de perpetuarse a través de las semillas, mientras que los alcaloides del endófito confiere a las plantas ciertas ventajas como, por ejemplo, la capacidad de repeler insectos herbívoros”.
“Por otra parte, ya sabíamos que los alcaloides que producen las plantas con E. occultans no son tóxicos para el ganado, lo cual nos hacía pensar que estos animales no discriminaban entre plantas con y sin endófito. Pero después de este experimento vimos que las vacas sí prefieren a las que no tienen endófito. Por lo tanto, ahora creemos que esta selección podría ayudar a explicar los porcentajes tan altos de infección en el campo”, aclaró Omacini, quien también es investigadora del Conicet.
Para Semmartin, la mira estará puesta ahora en establecer de qué manera el endófito de raigrás anual genera el efecto disuasivo sobre el consumo animal y si, a su vez, provoca que los animales coman menos. “Ya pudimos descartar varios de los mecanismos potenciales, incluyendo hasta la generación de compuestos volátiles por el hongo —el ‘olor a endófito’—, que si bien existe y se puede detectar con aparatos especiales, parece no afectar la conducta de las vacas. Al menos en las condiciones de nuestro estudio”.
Desde otro ángulo, Marina Omacini consideró que será fundamental diseñar nuevos ensayos para identificar concretamente cuál es la señal ‘misteriosa’ que emite el raigrás infectado y que hace que las vacas se inclinen por las plantas sin endófito. En el campo, por alguna razón, los animales encuentran más atractivas las áreas donde hay muchas plantas con raigrás no infectado.
En este sentido, Omacini concluyó: “Eso me hace pensar que debemos profundizar los estudios, ya que desconocemos qué cantidad de ese olor a endófito se necesita para gatillar el efecto desalentador del consumo de un herbívoro, luego de cuánto tiempo de exposición cambia el comportamiento de los animales o qué condiciones modifican la emisión. En eso estamos”.