Con el objetivo es debatir acerca de los desafíos que enfrentará el sector triguero en lo comercial y en lo técnico, para tomar las decisiones adecuadas que permitan seguir mejorando los resultados productivos y económicos de este noble cereal, durante toda la jornada, expertos analizaron una amplia gama de temas relacionados con el trigo en general, y a su adaptación a la Región Centro en particular.
El trigo fue, desde los orígenes de la agricultura en Argentina, el principal cultivo por volumen y por importancia estratégica, llegando las exportaciones de nuestro país a representar el 30% del mercado mundial.
En ese contexto, la producción triguera de la Región Centro, a pesar de ubicarse por debajo de las cosechas de Buenos Aires, principal productora, llegó a ocupar un lugar fundamental en las economías de las tres provincias que la integran. Si bien es cierto que, desde la irrupción de la soja, la mayor parte de la superficie sembrada de Córdoba, Entre Ríos y Santa Fe se destina al doble cultivo trigo/soja de segunda, y es en general la oleaginosa la que sustenta la ecuación económica, las Bolsas organizadoras rescataron la importancia que reviste este cereal para la región, que participa en alrededor del 30% de la producción nacional.
A lo largo de los últimos 20 años, el consumo mundial de trigo se ha incrementado en unos 100 millones de toneladas, pese a algunos altibajos. Y las proyecciones para el largo plazo indican que la demanda de alimentos a escala global seguirá ampliándose debido al crecimiento demográfico, a las mejoras en el poder adquisitivo en muchas regiones del planeta, al fenómeno de la urbanización y a la diversificación alimentaria. Un ejemplo de ello se da en el Sudeste Asiático, donde a pesar de que el arroz se mantiene como producto básico de la mayoría de las dietas nacionales, la demanda de trigo se ha visto favorecida por la creciente diversificación de los hábitos alimenticios, por el aumento de los ingresos y por un crecimiento económico sostenido.
Como consecuencia, los sistemas productivos de cultivos de granos, y en especial aquellos como el trigo, se enfrentan con un desafío en el futuro mediato de incrementar la producción mundial. En cultivos como el trigo el área sembrada no ha mostrado cambios de importancia desde mediados del siglo XX hasta la fecha. Además, muchas de las áreas no cultivadas son aquellas consideradas marginales desde el punto de vista de la producción. Por otra parte, el avance de la ocupación urbana de la tierra y las restricciones en el uso del agua, dificultarán aún más la disponibilidad de superficie con fines agrícolas. Por estos motivos es que muchos especialistas acuerdan que el aumento del rendimiento debería ser el camino más factible para satisfacer los niveles de demanda proyectados.
Las estrategias a seguir para incrementar la producción triguera constituyen un debate actual en el mundo, y Argentina no puede estar al margen del mismo. La expansión de la frontera agrícola en nuestro país, sobre todo en la última década, se asoció principalmente al cultivo de soja. El trigo, en este nuevo escenario, debe cumplir un rol fundamental en los esquemas de rotación para hacer sustentable el sistema agrícola. Es decir, conservar los recursos de suelo, manteniendo la estructura física y química de los mismos, y promover altos rendimientos que hagan rentables los cultivos en el tiempo.