Por Matías Nahón, Director General en Analytix
Los avances tecnológicos juegan un papel cada vez más significativo en los fraudes. Pero no nos engañemos: el factor humano sigue siendo la faceta clave de esta cuestión. De manera manifiesta se observa que las nuevas tecnologías, sobre todo la Inteligencia Artificial, brindan una nueva plataforma para cometer fraude. En la Argentina se ve de manera manifiesta una la transición de delitos más tradicionales, como el robo de mercadería y el fraude corporativo, hacia los fraudes digitales tal como también se puede observar en los países desarrollados.
A pesar de esta evidencia, es preocupante la falta de regulación en la aplicación de la inteligencia artificial abriendo una puerta enorme a toda una nueva serie de desafíos en términos de fraudes digitales. Por ejemplo, la manipulación de videos y la generación de imágenes falsas mediante inteligencia artificial plantean riesgos significativos, especialmente en el contexto de la desinformación y las campañas difamatorias. La falta de regulación para prevenir y sancionar este tipo de conductas es un tema crítico que requiere atención urgente.
Ni siquiera con la evidencia más manifiesta de impacto de la tecnología en el crecimiento exponencial del fraude se ha movilizado a la opinión pública, y sus representantes, en la creación de una normativa frente a este desafío para la seguridad y la integridad de las empresas. Es hora de ponerse en marcha.
Para evitar que siga creciendo y prevenir el delito informático es fundamental generar conciencia respecto a qué es lo que se puede y qué es lo que no se puede hacer, cuáles son los riesgos. Desde la época de la pandemia la digitalización de los procesos creció muchísimo y con ello los ciberdelitos. Por eso resulta clave no esperar a que se genere un problema de ciberseguridad, sino poder estar un paso adelantado y poder prevenir con auditoría de redes para establecer cuáles son los puntos de fuga de información, cuál es el nivel de seguridad de las redes, y de esa manera poder robustecer las redes de la empresa para evitar por lo menos en un 90% la ocurrencia de algún ciberdelito.
Lamentablemente en Latinoamérica y principalmente en nuestro país, el sector empresarial sigue siendo reactivo y es muy probable que suceda un fraude antes de poder atajarlo a tiempo debido a la inestabilidad económica y factores culturales que provocan que muchos empresarios no pongan el énfasis necesario en los controles internos y actúen una vez que el fraude ya se produjo sin llegar a instancias judiciales. Esto provoca que su incidencia sea cada vez mayor y que las pérdidas a largo plazo sean más dañinas.