Por Fabián Ruocco, Tecnólogo Organizacional. Licenciado en Comunicación. Diplomado en Vinculación Tecnológica (Ley 23.877). Miembro de la Red de Expertos de Silicon Valley. Director Ejecutivo de la UVT – CEDyAT, y Director Ejecutivo de VinTecAr 4.0
Mientras ciertos valores que parecen afianzados por la trayectoria y los logros adquiridos a nivel internacional son puestos en duda por algunos candidatos, la Cámara de Diputados convirtió ayer en Ley el Plan Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación 2030. Se trata de un proyecto que motiva el conocimiento y trasciende las fronteras de nuestro país.
Esta Ley permitirá profundizar el sistema de innovación nacional, un eje fundamental de desarrollo productivo, científico y tecnológico, que además brindará asesoramiento y nuevas capacidades a nivel regional y local.
Se trata de un Plan que no fue gestado al azar, contiene las perspectivas integradoras que garantizan la sostenibilidad de los proyectos, acompañando el desarrollo del trabajo y el empleo, abocados a una perspectiva de género y federal, y bajo las misiones y estrategias de I+D+i.
Claramente, contó con el desarrollo de actores diversos que participaron activamente para elaborar este proyecto, incluyendo al sector productivo, ONGs, tecnólogos, científicos, miembros del MINCyT y de ministerios sectoriales vinculados. Es un paso más que profundiza las capacidades de un sector que no sólo goza de prestigio nacional. Sino que cuenta con el respeto y reconocimiento del mundo entero.
Recientemente, tres premios Nobel destacaron el rol de la ciencia argentina y el aporte del CONICET. El doctor estadounidense Michael Rosbash, galardonado en 2017, dijo: “siento el mayor respeto y admiración por sus logros científicos”. Mientras que Phillip Sharp, ganador del Nobel de Medicina en 1993, enfatizó en lo esencial del apoyo permanente a los científicos argentinos y remarcó: “los científicos del CONICET han realizado aportes fundamentales que benefician al país y se los reconoce internacionalmente”.
En la misma línea, el doctor Edvard Moser, que fue reconocido con el Nobel en 2014 por su estudio en neurociencias, él aclaró que “Argentina es un centro de referencia”, donde los institutos argentinos generan un aporte sustancial de “contribuciones” para la comunidad mundial.
La ciencia y la tecnología son el logro más trascendente y rentable que hoy Argentina puede garantizar y explotar, afianzando el conocimiento y promoviendo empleos de calidad, beneficiando la industria y el desarrollo productivo.
Con la sanción del Plan 2030, los legisladores apoyan y profundizan la evolución de nuestras capacidades científico-tecnológicas, y jerarquizan el aporte de nuestra honorable contribución al mundo entero. Porque el sistema de innovación nacional es el eje fundamental de desarrollo del país.
Y mientras la comunidad científica global nos honra con su reconocimiento, negar esta joya de industria nacional implica coartar mucho más que educación y conocimiento, destruye todas las posibilidades de alcanzar un país moderno, anula sus mejores recursos y capacidades, sólo aumenta la ignorancia y profundiza las diversas brechas que como argentinos creímos superadas.
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