A esta conclusión llegó el Centro Especialista en Trastornos de Ansiedad (CEETA) tras analizar un crecimiento notable de las consultas de pacientes que padecen cuadros de Trastorno por Ansiedad Generalizada tras estar en constante interacción con este tipo de comunicación electrónica.
La situación se ve validada con la noticia de que desde los Estados Unidos, un grupo creciente de empresas fijó una nueva política para los viernes: no a las corbatas, no al e-mail. La medida es simple: los empleados de empresas como Deloitte & Touche, Intel o US Cellular, entre las más conocidas, sólo pueden contestar los correos electrónicos de sus clientes o enviar los «urgentes», pero deben huirle al tráfico de mensajes típico de cualquier compañía. Si tienen algo que comunicar, deben llamar por teléfono o decirlo cara a cara.
La Lic. Gabriela Martínez Castro, directora del CEETA, aseguró que «para aquellos que tienen mayor predisposición a padecer de alguno de los trastornos de ansiedad, el uso o abuso de la comunicación electrónica podría contribuir a desencadenarlos con más rapidez».
Desde el Centro Especialista en Trastornos de Ansiedad con base en Pilar, aseguran que «básicamente, la predisposición más importante es a aumentar los niveles de ansiedad y terminar con una cuadro de Trastorno por Ansiedad Generalizada, es decir, un trastorno por preocupación excesiva».
Las personas que padecen el Trastorno de Ansiedad Generalizada son aquellas que no logran establecer escala de jerarquías de importancia, y suelen vivir preocupados o nerviosos por todo, en la misma medida, aunque el motivo sea menor. Por ejemplo, viven tan preocupados por la posibilidad de agravamiento de la enfermedad de un ser querido como por la espera del esperado e-mail.
Martínez Castro continuó asegurando que «la velocidad que toma el estilo comunicacional actual en lugar de aliviarnos la ansiedad, sólo contribuye a aumentarla, aunque en las primeras apariencias, la suavice, ya que enviamos y recibimos rápidamente la información deseada, pero, a mediano plazo, aumenta aún más, ya que se genera un círculo vicioso, y nos sentimos presos de la espera de la respuesta., además de contribuir a «enfriar» vínculos y a generar malos entendidos».
Los datos estadísticos
En 2000 se enviaban 15.100 millones de e-mails diarios; en la actualidad, 97.300 millones, según datos de una consultora internacional IDC. Y cada empleado en Estados Unidos pasó de enviar 37 e-mailsdiarios en 2006 a 47 este año, según otra consultora, Radicati Group, de California.
El propio The Wall Street Journal invitó a sus lectores a responder una encuesta: ¿cómo se sentirían si sus empresas les impidieran revisar sus e-mails desde sus casas?
El 28% dijo que se sentiría «feliz» y liberado; pero el 29% replicó que estaría «incómodo» y se sentiría «desconectado», en tanto que otro 17% replicó que acudiría al teléfono. Otro 26% fue más drástico: ni aun ahora revisa sus e-mails desde su casa.
Los problemas del e-mail
El aumento de los Trastornos por Ansiedad Generalizada. La necesidad del chequeo constante del e-mail tiene tanta importancia como un hecho relevante.
El enfriamiento de las relaciones con colegas o clientes. El aumento de e-mails implica una caída de las relaciones cara a cara.
La tergiversación del correo. Un e-mail objetivo y profesional pasó a ser leído como seco y distante.
La multiplicación de eternas cadenas de e-mails.