Alejandro Roemmers ha conseguido lo que ningún otro autor: que los herederos de Saint-Exupéry encuentren en su libro, El regreso del joven Príncipe, una continuación para la noble y sencilla grandeza de El Principito, así como una respuesta a la triste súplica que hace el escritor al final de su inolvidable relato: la de reencontrar al principito.
«…Si llegáis a pasar por allí, os suplico: no os apresuréis, esperad un momento, exactamente debajo de la estrella. Si entonces un niño llega hacia vosotros, si ríe, si tiene cabellos de oro, si no responde cuando se le interroga, adivinaréis quién es. ¡Sed amables entonces! No me dejéis tan triste. Escribidme pronto, decidme que el principito ha vuelto…».
Cumpliendo el sueño de Saint-Exupéry, Roemmers complementa el relato original llevándolo hacia un final positivo y esperanzador. “El regreso del joven Príncipe” es, según palabras del propio autor, “una continuación espiritual, no argumental, de El Principito. Una historia sencilla y poética que rescata aquellos valores de la infancia que no se deben perder”.
La fecha de presentación coincidió con el inicio de las celebraciones del 80º aniversario del desembarco de Exupéry en Argentina, país donde conocería a la que sería su esposa, Consuelo Suncin, la mujer que se identificó en sus memorias con la Rosa de El Principito. También, el país que inspiraría, en opinión de algunos estudiosos de esta emblemática obra de la literatura universal, el dibujo en el que la boa se tragó a un elefante. Una ilustración que se corresponde con el contorno silueteado de la isla de los Pájaros, en la península de Valdez.
Un joven príncipe en la Patagonia
En la obra de Roemmers, el solitario habitante del asteróide B 612 regresa a la Tierra siendo un adolescente desvalido. Un solitario conductor lo encuentra en medio de la nada. En la Patagonia. Mientras viajan por este paisaje bello e inhóspito inician un profundo diálogo, a un tiempo lúcido y sencillo, que desnuda los grandes interrogantes de la existencia.
“La felicidad –dice Alejandro Roemmers- no es tanto un objetivo final al que uno llega, como si se tratara de la estación terminal de un tren, sino más bien una forma de viajar, es decir, de vivir”.
Frédéric d´Agay, sobrino nieto de Saint-Exupéry, escribe en el prólogo de “El regreso del Joven Príncipe”: «Correspondía a un argentino ofrecernos su comprensión de El Principito… Vale decir en qué medida los argentinos consideran que Saint-Exupéry es prácticamente argentino (en la Universidad de Neuquén lo consideran incluso un escritor de la Patagonia) y que su héroe ha nacido entre ellos”.
En la última página, Saint-Exupéry dibuja con dos líneas el desierto –podría ser el de los páramos patagónicos- y en lo alto una estrella. Sesenta años después de la publicación de El Principito -ha sido traducida a 180 idiomas y ha vendido cerca de 90 millones de ejemplares-, Alejandro Roemmers reencuentra a ese joven príncipe en un nuevo escenario: el de una solitaria carretera fundida en la inmensidad de un universo poblado de estrellas.