por Laura Mangifesta, Directora de Comunicaciones de Mumuki e Ivana Feldfeber, Científica de Datos de Mumuki
En 2020, todas las escuelas del país deberán enseñar programación tanto en nivel inicial, como primaria y secundaria. Con esta medida dictada por el Consejo Federal de Educación resurge el debate sobre la importancia de enseñar estos conocimientos desde la infancia. ¿Es necesario enseñar programación en las escuelas? ¿Desde qué edad? ¿Con qué objetivo?
En este artículo reunimos 5 razones por las cuales defendemos que todos y todas deberíamos aprender a programar en la escuela. ¡Empecemos!
Las nuevas tecnologías forman parte integral de la vida cotidiana de niños, niñas y adolescentes, y es una certeza que ocuparán un lugar protagónico también en su futuro. La programación es un conocimiento esencial para comprender un mundo gobernado cada vez más por lo digital.
Para llevar adelante tareas de nuestra vida cotidiana cómo revisar un vuelto o calcular los ingredientes para una receta es necesario tener ciertos conocimientos de matemáticas. Al enseñar esta materia en la escuela no pretendemos que los y las estudiantes logren demostrar el último teorema de Fermat, sino que puedan valerse de herramientas necesarias para afrontar problemas de su día a día.
De la misma manera, cuando hablamos de enseñar programación no pretendemos que chicos de 6 años sepan conceptos avanzados como orden superior o polimorfismo. Tampoco procuramos que sean expertos escribiendo código. Queremos que entiendan, fundamentalmente, que somos nosotros quienes damos las órdenes, y que las máquinas solamente las ejecutan. No hablamos de formar un conocimiento meramente técnico, más bien lo que se busca es que las nuevas generaciones puedan participar en el mundo digital de manera segura y responsable, siendo conscientes de sus derechos, obligaciones y posibilidades. Aspiramos a que puedan apropiarse de las nuevas tecnologías y utilizarlas para resolver problemas de su vida cotidiana.
El periodista Ariel Torres escribió un excelente artículo sobre este debate, en el que concluye que, al enseñar programación en las aulas:
“No pretendemos que chicos de 6 años comprendan herencia, delegación y polimorfismo en un lenguaje de programación orientado a objetos. Y no es que no puedan. (…) Cuando hablamos de enseñarles a programar queremos transmitirles un concepto que es axial: que nosotros, los humanos, estamos al mando, que la máquina no hace nada por las suyas, que obedece ciegamente lo que diga el código.”
El objetivo principal al enseñar programación no es formar un puñado de programadores sino darle a cada estudiante las herramientas necesarias para que puedan desenvolverse y desarrollarse en un mundo digital.
Nos sorprendemos cuando vemos que niños de 2 o 3 años muestran una gran destreza motriz para usar celulares o tablets. Damos por sentado que los jóvenes tienen habilidades para todo lo digital, porque nacieron con las nuevas tecnologías. Tenemos tan internalizada esta creencia que le dimos un nombre: a diferencia de los adultos, los jóvenes son considerados “nativos digitales”.
Esta categoría esconde muchos problemas. En primer lugar, oculta las diferencias existentes en el nivel de acceso y las competencias tecnológicas de los jóvenes. Generalizar una característica a todos los individuos de una franja etaria significa ignorar las desigualdades socioeconómicas, culturales, y de género, entre otras.
Pero, además, suponer que por el mero hecho de haber nacido con las tecnologías es sinónimo de saber utilizarlas, implica que estos “nativos digitales” no necesitan ser educados al respecto. La consecuencia es que, por ser intuitivos, sus conocimientos suelen ser rudimentarios.
“La noción de “nativos digitales” suele colocar en los jóvenes la iniciativa, el dinamismo y también la responsabilidad por las dinámicas que generan los nuevos medios, y suele exculpar y poner a un costado lo que pueden hacer los adultos para promover usos más ricos, más relevantes y más desafiantes de esas tecnologías.” Inés Dussel — Luis Alberto Quevedo
El desafío para los y las docentes es cómo integrar estas tecnologías en las propuestas educativas pero no simplemente con la intención de fomentar su uso, sino para lograr que los estudiantes puedan apropiarse y valerse de ellas, integrándolas como herramientas eficaces para resolver problemas reales.
Según un estudio realizado por la Fundación Sadosky, un 48% de los varones y un 63% de las mujeres declara no saber qué es un programa de software. Además, alrededor de un 60% no conoce a ninguna persona que programe, y las mujeres tienden a conocer menos que los varones.
En Argentina, la demanda de este tipo de perfiles va en aumento. El desarrollo de software es una de las ramas que más crece en materia de empleo. Durante 2018, la Industria del software registró más de 5.300 nuevos puestos de trabajo.
Tenemos cada vez más puestos de trabajo para personas que saben programar pero más de la mitad de los y las estudiantes de secundaria ni siquiera saben lo que es un programa de software. Para revertir esta situación necesitamos que los y las estudiantes vean al desarrollo de software como una posibilidad efectiva de salida laboral y de formación profesional. Pero va a ser muy difícil que eso suceda si no les enseñamos de qué se trata. Es muy difícil que una persona que nunca miró el cielo sueñe con ser astronauta.
Intentá visualizar una persona que programa. ¿Cómo te la imaginás? ¿Es un hombre, blanco, de clase media-alta, super inteligente, con problemas para socializar? No es casualidad que asociemos el ser programador con personajes como Sheldon Cooper, Elliot Alderson o Maurice Moss. La televisión y las publicidades se han encargado por décadas de retratar a las personas que programan como genios inadaptados.
Estas representaciones estereotipadas determinan lo que es esperable de cada persona y de cada profesión. A partir de estas imágenes definimos cómo percibimos a los demás y a nosotros mismos, e incluso nos predisponen a adoptar ciertas actitudes y a tomar ciertas decisiones. Si creemos que programar es cosa de genios y no nos consideramos extraordinariamente inteligentes, probablemente ni siquiera lo intentemos.
Enseñar programación en las escuelas es una gran oportunidad para combatir estos estereotipos y los mitos que rodean a la programación.
Por ejemplo, aunque pensemos que programar es un arte reservado para seres de una inteligencia superior, la verdad es que no hace falta tener una mente brillante. Aprender algo nuevo es difícil, pero aprender a programar no es más difícil que aprender un nuevo idioma o una nueva disciplina. Quienes se dedican a la programación son personas comunes y corrientes.
De la misma manera, aunque en las series los que programan suelen ser hombres, la programación no está restringida a un sólo género. De hecho, hay muchas mujeres que fueron y son personalidades claves en la historia de la informática. Los estereotipos de género difundidos en las industrias culturales son la principal causa de la baja participación de mujeres en Ciencia y Tecnología. Ya a los 6 años, 9 de cada 10 niñas asocian la ingeniería con los hombres y la mayoría de ellas entiende que la inteligencia es una característica masculina. Las representaciones que alejan a las mujeres de la informática se hallan en buena medida ya estabilizadas en la adolescencia. Por eso es necesario derribar estos estereotipos desde la escuela.
Cuando aprendemos a programar no estamos solamente escribiendo líneas de código en una pantalla negra, estamos, al mismo tiempo, ejercitando otras habilidades como, por ejemplo, la creatividad, la resolución de problemas, la abstracción, la recursividad, la iteración, el ensayo-error, los métodos colaborativos, entre otros. Todas estas habilidades, propiciadas por la práctica de la programación, comprenden lo que conocemos como “pensamiento computacional”. Esta forma de pensar es útil para todos los individuos.
Enseñar programación les proporciona a los niños una manera de pensar acerca de su propio pensamiento y aprender sobre su propio aprendizaje. En 1980, en su libro Mindstorms, Seymour Papert escribía estas palabras:
“La presencia de la computadora podría contribuir a los procesos mentales no sólo de manera instrumental sino también de formas más esenciales y conceptuales, influyendo en cómo las personas piensan, incluso cuando están lejos del contacto físico con una computadora.”
No importa si el día de mañana estos chicos y chicas eligen otra profesión. Al haber aprendido programación habrán desarrollado estrategias para resolver los problemas de su vida cotidiana de forma más ordenada, crítica y eficiente.
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