«Es así que por su efecto, el corazón late más rápido, el cuerpo se irriga llevando oxígeno a todos los órganos, el azúcar aumenta permitiendo tener más energía rápidamente disponible, los músculos se preparan, la vista mejora, la tensión arterial se eleva. Estamos alertas y las glándulas adrenales con sus hormonas nos preparan para enfrentar esta situación, sea un examen, un hecho traumático puntual, un peligro o una situación emocionante. Este estrés, llamado agudo, puede ser estimulante y placentero en muchas ocasiones y gracias a esta adaptación de nuestras hormonas el individuo logra resolver y salir delante de la situación conflictiva».
«Pero también existe el estrés crónico, poco diagnosticado y al cual no se le atribuye la importancia requerida. La vida diaria, las exigencias permanentes, las dificultades personales y laborales imponen a nuestras glándulas un funcionamiento permanente que provoca un fuerte impacto en el metabolismo. A medio plazo, este estado de alerta sostenido desgasta las reservas del organismo y puede producir diversas patologías y malestares».
«El diagnóstico del estrés crónico no es sencillo ya que médicamente no se suelen encontrar valores hormonales superiores a los normales. Sin embargo esta secreción diaria y permanente de hormonas es superior a la requerida por el organismo por lo que se perturba el ritmo normal circadiano de esta hormona que se libera a la mañana para ir descendiendo a lo largo del día. Muchas investigaciones han demostrado que este pequeño nivel no necesario, pero existente, es muy nocivo para nuestra salud. Entre las disfunciones que acarrea el estrés crónico se encuentran:
«En esta época del año si nos sentimos cansados, desganados, irritables, es importante saber que nuestras glándulas suprarrenales pueden encontrarse exigidas y no pueden tener la reserva necesaria para permitirnos la adaptación a nuestras exigencias diarias. Las glándulas adrenales aparecen como “cansadas”.
«Hay personalidades más predispuestas que otras a sentirse superados por situaciones que las perturban en mayor o menor envergadura. Pero también una mala alimentación (desbalanceada y desordenada), el exceso de trabajo, la falta de orden, el sedentarismo, la falta de desconexión de nuestras tareas habituales “alimentan” a este estrés crónico que termina siendo un círculo vicioso de malestar».
«¿Qué hacer entonces? Buscar hábitos saludables (estar al aire libre, practicar algún deporte, comer sano), descansar, buscar el soporte familiar y de amigos, organizar las tareas para evitar desbordes, aprender a relajarse, realizar actividades recreativas (salidas, un hobbie, etc.).»
«Se trata de proponerse pequeños cambios que a veces parecen imposibles pero que pueden ser nuestras metas a seguir para lo que queda del año. Depende de cada uno lograr una mejor calidad de vida. Y de salir del peor aspecto del estrés crónico: que las personas se acostumbran a él, se olvidan de que no es un estado “natural” sino que recuperar el equilibrio y el estado de bienestar es un desafío que cada uno.»
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