Por Julián D’Angelo Director del Programa de Responsabilidad Social; Consejo de la Magistratura de la Ciudad de Buenos Aires
Cada 26 de agosto se celebra en Argentina, desde 1998, el Día Nacional de la Solidaridad, en conmemoración al nacimiento de la Madre Teresa de Calcuta, que recibió el Nobel de la Paz en 1979. Fue declarado de Interés Cultural y se conmemora con diversos actos para promover la solidaridad, la responsabilidad social y la participación ciudadana.
Más allá de la inmensa estatura moral de la figura homenajeada en esta fecha, la Madre Teresa de Calcuta, es importante destacar que el poder de la solidaridad, el verdaderamente transformador, no se deriva mágicamente de la obra inspiradora de un líder, sino que es producto del esfuerzo silencioso y cotidiano de cientos de voluntarios que, cada día, dedican, aunque sea un pedacito de su tiempo, a trabajar por los demás.
Así como Teresa de Calcuta contó con las hermanas de su Congregación, “Las misioneras de la caridad”, para asistir por más de cuarenta y cinco años a pobres, enfermos, huérfanos y moribundos, las organizaciones solidarias cuentan con voluntarios para implementar sus campañas con los más diversos fines solidarios.
Estas acciones solidarias, llevadas adelante por voluntarios al amparo de organizaciones privadas o públicas, o de manera independiente, han sido cuestionadas en alguna oportunidad desde dos miradas diferentes y hasta contrapuestas.
Por un lado, están los que sospechan del altruismo de los voluntarios por analizar permanentemente el comportamiento humano solo desde la mirada sesgada del “mercado”, lo que les impide comprender que millones de personas en el mundo puedan dedicar tiempo y recursos, sin esperar obtener ningún beneficio personal como contrapartida.
Y por el otro lado están los que desvalorizan estos esfuerzos solidarios, por considerarlos asistencialistas, o una escueta actividad de caridad, que no produce cambios estructurales, por lo que son simples parches paliativos, sin impacto en la realidad.
Sin embargo, los hechos van en un sentido contrario a estas miradas.
Informes de Naciones Unidas hablan de unos 140 millones de personas que realizan trabajo voluntario en el mundo. Mientras que algunos expertos llevan esta cifra a mil millones de personas, que, mediante el voluntariado, generan del 5% al 10% del Producto Bruto en bienes y servicios sociales en los países desarrollados. En Argentina y Brasil aportan más del 2,5 %. Los voluntarios en la actualidad se han constituido en la séptima economía del planeta por el valor que representan sus aportes.
Otros suelen decir que las acciones solidarias de los voluntarios, son en realidad un parche a las funciones incumplidas por los Estados, que son débiles o ineficientes. La realidad también desmiente esta falacia. Los países líderes a nivel mundial en trabajo voluntario son países con Estados fuertes, como Suecia, Holanda y Noruega. Por otra parte, aunque el voluntariado solidario posiblemente no altere los problemas de fondo, está claro que ayuda a salvar vidas a diario.
Desde el Consejo de la Magistratura de la Ciudad, implementamos desde el 2013 un Programa de Responsabilidad Social y Voluntariado en la Justicia que interactúa con diferentes organizaciones de la sociedad civil, como la Fundación Garrahan, Red Solidaria, Fundación Tzedaká, Donar Sangre da Vida, entre otras, en la implementación de diversas campañas de acción solidaria directa y en la difusión de otras acciones de voluntariado desarrolladas en el ámbito de la Justicia.
Asimismo, desde noviembre de 2015 el Consejo de la Magistratura de la Ciudad es adherente activo a los Principios del Pacto Global de Naciones Unidas en materia de Desarrollo Sostenible, Derechos Humanos, Derechos Laborales y Anticorrupción, por lo que alineamos nuestras prácticas, también a los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Como les decimos a nuestros Voluntarios y Voluntarias, se necesitan más ganas que tiempo y todo aporte suma y será bienvenido, si se trata de empujar todos juntos por un mundo con más solidaridad