¿Cómo puede ser austero el lujo?
A simple vista, hablar de austeridad en el lujo es un sinsentido. Una contradicción. Si el lujo es brillo, poder, potencia, el no límite por definición; ¿de qué manera lo simple, lo despojado, lo que no tiene pretensiones puede haberse vuelto un lujo?
Tradicionalmente la idea que tenemos del lujo se asocia a la riqueza. Un privilegio que durante prácticamente toda la historia de la humanidad estuvo reservado para la aristocracia y la nobleza. Con la irrupción de la burguesía y la progresiva caída de las monarquías en el siglo XIX, la posibilidad de pertenecer al grupo de quienes podían disfrutar de los placeres más extremos, se amplió un poco. Tan sólo un poco. Hasta comienzos del siglo XX, el lujo continuó restringido a las elites. Apenas un puñado de personas podía alcanzar ciertos extremos de la sofisticación y el glamour que para los demás no solo resultaban inaccesibles, sino también inimaginables.
Ninguna tendencia es única, ni abarca a todos. El lujo clásico, tal como lo conocemos y que alcanzó su máxima expresión con el desarrollo de la globalización de la década del ’90 y la del 2000, hasta la crisis mundial de Septiembre de 2008; sigue existiendo. Y seguirá existiendo en el futuro. Mucho más si se tiene en cuenta que el explosivo desarrollo de los países emergentes está generando nuevas riquezas en países y ciudadanos que durante siglos lo vieron de lejos y que ahora sienten que llegó su turno. El mercado del lujo tradicional, gozará de buena salud por muchos años.
Sin embargo es creciente la cantidad de gente que está en una nueva búsqueda. Para que esto haya sucedido, como todo fenómeno complejo, fue necesario que confluyeran múltiples corrientes de sentido.
El desarrollo de la conciencia ecológica, el redescubrimiento de la filosofía oriental por parte de occidente, la paradójica masificación del lujo clásico –ya sea por mayor poder adquisitivo en más cantidad de gente como por el auge de las falsificaciones-, el haber accedido a una enorme cantidad de bienes y comprobar que por sí solos la satisfacción que producen es limitada y tendiente a decrecer a medida que más se tiene, y, finalmente, el brutal estallido de la crisis financiera y económica generada en los Estados Unidos y esparcida por todo el mundo desarrollado a partir de finales del 2008, que provocó una profunda reflexión ética y moral en el mundo entero. La codicia como valor dominante –gran motor de la expansión ilimitada del lujo clásico- comenzó a ser mal vista.
El progreso a toda costa y sin reparar en los “daños colaterales” – profunda inequidad social, millones de desempleados en todo el mundo, catástrofes climáticas, agotamiento de recursos naturales esenciales, pérdida de cohesión social, y relaciones humanas definidas solamente por los valores materiales- está siendo fuertemente cuestionado.
La lógica occidental de avanzar hacia adelante sin mirar qué daños quedaban detrás y creer que eso podía continuar indefinidamente, comienza a ser desafiada e influenciada por la lógica oriental, más circular, más consciente de la necesidad de armonía y equilibrio.
Esta nueva sensibilidad, más humana, más sustentable, más consciente, más comprometida con el futuro y el legado a las nuevas generaciones está llegando al mundo del lujo. Y no lo hace tibiamente. Está trastocando toda su lógica. A punto tal de crear una nueva manera de entender el lujo. Un nuevo tipo de lujo. Un lujo que tiene mucho más que ver con el ser, el saber y el sentir, que con el tener. Un lujo que, ante la mirada de los clásicos, podría definirse como el “anti-lujo”. Pero que, pensando en lo que viene, define la vanguardia del lujo: el lujo austero.
Lujo Austero. Es un no lujo?
Ante todo, debe aclararse que, a pesar de ser “austero”, seguimos hablando de “lujo”. Y por lo tanto, mantiene la esencia del lujo que es la distinción, la exclusividad y la capacidad de distinguir a quienes acceden a él de los demás.
El “lujo austero” en un nuevo tipo de lujo que respeta los códigos centrales del lujo, es decir, su ADN; pero que, a su vez, re significa completamente los parámetros con los cuales se manifestó el lujo durante las últimas décadas. Que sea austero, no quiere decir que sea masivo. Todo lo contrario. Percibir que lo austero puede ser hoy valioso y distinguido, exige una sensibilidad aún mayor que la del lujo clásico, ya extendida y comprendida por entendidos. Que, por ejemplo, algo ajado exprese historia y calidez, en lugar de viejo y maltratado; requiere una amplitud de criterio que aún hoy a muchos les resulta extraña e incluso incomprensible.
El Lujo Austero: Claves y Filosofía
La concepción del Lujo Austero se nutre de la filosofía oriental del Wabi Sabi, que propone y rescata la belleza de las cosas imperfectas.
Wabi se relaciona con la humildad y la simpleza. Sabi se relaciona con la sabiduría y la belleza que trae la experiencia.
Tal como lo relato Horacio Wainhaus en su libro Ars Heurística: Wabi-Sabi cree que la verdadera belleza se puede encontrar en las cosas imperfectas, mudables, incompletas. Concepto central del Zen, Wabi-Sabi considera que es en los detalles que suelen pasarse por alto donde se encuentra lo extraordinario; que accedemos a la verdad a través de la observación de la naturaleza.
Wabi connota simpleza rustica, frescura o quietud aplicable tanto a objetos naturales como hechos por el hombre que doran de elegancia y unicidad al objeto.
Sabi es la belleza o serenidad que aparece con la edad, cuando la vida del objeto y su impermanencia se evidencian en su patina y desgaste, o en cualquier arreglo visible.
Para el Lujo Austero, “menos es más”.
Es un nuevo tipo de lujo que nos permite volver al valor de lo básico, de lo natural, de lo auténtico, de lo simple, de lo rústico, de aquello que sin pretensiones nos permite relajarnos y conectarnos con nuestro espíritu. La austeridad que desborda de historia, de enseñanza, la austeridad de las arrugas que el artesano muestra en sus manos. De la barrica que contiene un vino. De la madera ajada por el viento, de sus patinas. De lo despojado. Es una nueva manera de mostrarse a los demás desde nosotros, contrariamente a como se muestra en el lujo clásico, bajo los cánones de la mirada y parámetros de los demás. Lo que nos permite mostrarnos auténticos y vincularnos con todo lo que nos complete espiritualmente. Va desde adentro hacia afuera. Nos nutre el alma, no solo el ego. Su anclaje es el “ser”, antes que el “tener”.
El lujo austero brinda identidad a determinados espacios, construye “el lugar”. Como bien define el antropólogo Marc Augé; si un lugar puede definirse como lugar de identidad, relacional e histórico, un espacio que no puede definirse ni como espacio de identidad ni como relacional ni como histórico, definirá un no lugar. Concepto que acuñó en 1992 basándose en la proliferación de los no lugares como por ejemplo; aeropuertos, aviones, autopistas, trenes, automóviles, estaciones ferroviarias, las grandes cadenas hoteleras, los parques de diversiones, los supermercados. Espacios que presentan ciertas condiciones al circularlos donde los individuos no interactúan sino con los textos de la cartelera que indica o señala detrás de los mandatos, comentarios, mensajes transmitidos por pantallas o afiches que forman parte integrante del paisaje contemporáneo del no lugar. La falta de vinculación generaba un vacío que el ser humano comenzaba a experimentar frente a esa situación que, en apariencia, seducía al hombre contemporáneo como si fuera la hija del progreso tan buscado. Un progreso que Marc Augé lo diferenció de la sensación de lujo que se vivía en determinados espacios, y que en realidad estaba generando un vacío de humanidad, que hoy viene a rescatar el lujo austero.
El lujo austero está vinculado con la vuelta al origen, la necesidad de volver al valor que se encuentra en el gen o en el ADN de nuestra identidad. El Lujo Austero implica vivir con un estilo propio, relajado, simple. Que nuestro ser interior esté en plena armonía con el contexto. Trabajar y habitar lugares, no mero edificios. Lugares que nos inspiren y nutran nuestra creatividad, no que nos ahoguen y angustien. Rodearnos de objetos que tengan memoria, que transmitan calidez, que nos den paz. Reconocer el valor de la experiencia, de la historia, de la trayectoria. Valorar el saber y el trabajo bien hecho. Aprender del pasado para construir un mejor futuro. Respetar y respetarnos. Disfrutar con sabiduría distinguiendo lo esencial de lo accesorio o superfluo.
Permitirse transitar la vida por un camino con corazón, en palabras de, Ilse Crawford – experta en diseño– “El Hogar es donde está el corazón”. En definitiva, vivir mejor. Que en el mundo de hoy es un verdadero lujo.
Lic. Almada Silvana – Plann er & Trends Consultant
http://www.almada-studioplanner.net/prensa.htm
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