Por Francisco Javier Morere, Editor de Covernews
Cuando me invitaron a ver a vivir una nueva experiencia sensorial pensé que era más de lo mismo. Lamentablemente o no, a través de la profesión de periodista, siempre recibo invitaciones para algo novedoso, inédito, etc., que casi nunca cumple con las expectativas.De todos modos acepté la invitación para ir a una “original exhibición en la oscuridad” en el Centro Cultural Konex de esta Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que prometía ser “distinto a cualquier experiencia que hayamos vivido”.
Al llegar al Centro Konex a media tarde y con un sol resplandeciente, sin siquiera una nube, pensamos entonces que la obra no se iba a llevar a cabo, pero parecía que a nadie le importaba ese sol que nos ilumina a diario, y llegamos hasta la entrada misma de la exhibición.
Mientras la señorita que nos recibió nos pedía que apaguemos todo aquello digital que pudiese emitir luz, como así también que guardemos los relojes para no tentarnos en prender una luz aunque sea mínima, pude ver los típicos bastones que utilizan las personas no videntes para movilizarse; el conocido bastón blanco.
Nos explica que los guías que nos acompañarán en la exhibición son ciegos, y por un momento pensé que era una broma, ya que me imaginaba al guía con algún tipo de aparato tecnológico de infrarojos para poder ver en la oscuridad, y que los bastones eran para ellos.
Mi sorpresa fue mayor cuando nos entregan el bastón a nosotros, con las indicaciones del caso, y nos introducen en un espacio, que a pesar del día soleado, no podíamos ver nuestras propias manos. Allí se presenta ante nosotros Diegito, un no vidente de 19 años, quien iba a ser nuestro guía por la muestra.
Pensé que una hora en la oscuridad iba a ser mucho, y hubo risas cuando pedí un recorrido “express”, pero realmente cuando, guiados por la voz de Diegito y con la ayuda de los bastones, fuimos recorriendo la muestra hasta llegar al bar, el tiempo había pasado sin darnos cuenta.
Con la ayuda sonora del guía, que se movía en su ambiente cotidiano; “la oscuridad total”, fuimos recorriendo los distintos escenarios; un paseo por el parque, un viaje en bote, un cruce de una calle, visita a un mercado, para llegar al bar, que como no podía ser de otro modo, estaba en la oscuridad total.
Al estar privado de la visión, uno agudiza a medida que pasa el tiempo el resto de los sentidos; sonidos, olores, sabores, temperaturas y texturas, hacen que uno pueda “ver” el mundo que rodea la muestra.
En el bar Diegito nos contó con sus 19 años todo lo que había hecho, enseñaba en una escuela para ciegos, competía en natación, fútbol, y atletismo, y había conseguido trabajo en un lugar en que era su habitat natural; la oscuridad.
Recomendable muestra para visitar y ponernos en los zapatos de aquellas personas privadas de la visión. Para vivir una experiencia muy atractiva y reconfortarte, que realmente agudiza el resto de nuestros sentidos, inmersos en un mundo donde todos somos iguales, sin distinciones de ningún tipo, y en el que no hacer falta “mirar” para poder “ver”.