La inactividad física es uno de los mayores factores de riesgo en el desarrollo de la enfermedad cardiaca e incluso se ha establecido una relación directa entre el estilo de vida sedentario y la mortalidad cardiovascular. Las enfermedades cardiovasculares representan cualquier enfermedad que afecta al corazón y al sistema circulatorio. La inactividad física se asocia con el desarrollo de los factores de riesgo cardiovascular como la obesidad, hipertensión arterial, el aumento del colesterol, el hábito del tabaco y la diabetes.
Los incrementos de la actividad física durante el tiempo libre se asocian con disminuciones de la tensión arterial y los resultados de estudios a gran escala sugieren que el riesgo de desarrollar hipertensión arterial se reducen de un 35 a 75% en hombres y mujeres con estilo de vida activos. A través de la actividad física regular es posible lograr una reducción de la tensión arterial sistólica y diastolita en 10 y 7.5 mmHg respectivamente. (Fuente: Consenso de Prevención Cardiovascular de la Sociedad Argentina de Cardiología).
Es para tener en cuenta que, el ejercicio físico no sólo modifica de forma favorable el perfil lipídico, produciendo una disminución del colesterol total, el colesterol LDL (conocido como “malo”) y de los triglicéridos; sino que también produce un aumento del colesterol HDL (conocido como “bueno”). Este perfil lipídico evita el depósito de colesterol en las arterias coronarias.
Por otra parte, se evidencia una mayor tasa de abandono del cigarrillo en las personas que realizan actividad física de manera regular. Esto es muy importante ya que gran parte de las personas que dejan de fumar tienen recaídas en los años subsiguientes.
El deporte y la obesidad
El efecto del ejercicio físico sobre la obesidad también es reconocido como un factor de gran relevancia clínica. Existen múltiples estudios que demuestran una estrecha relación entre la obesidad y el desarrollo de enfermedad cardiovascular. En individuos con igual composición corporal, aquellos que realizan actividad física periódica, con intensidades leves a moderadas poseen una mortalidad 30% menor con respecto a sus pares sedentarios. Además, la actividad física mantenida en forma regular colabora en la atenuación de los incrementos en el porcentaje graso, asociados al aumento de la edad.
Sin embargo, la actividad física sólo será beneficiosa si reúne las siguientes tres características: intensidad, duración y frecuencia.
• Intensidad: la necesaria para mantener la frecuencia cardiaca entre el 60 y el 85 % del máximo teórico (220 – edad en años).
• Duración: mínimo 30 minutos.
• Frecuencia: mínimo tres días por semana.
Las actividades más aconsejadas para mantener un corazón sano son: la caminata, la natación y el ciclismo. Caminar es un ejercicio que personas de todas las edades pueden realizar durante su vida cotidiana, como por ejemplo, caminar en vez de usar el colectivo o el automóvil; utilizar las escaleras en vez del ascensor. Por otra parte, la natación fortalece los músculos y es ideal como deporte; mientras que el ciclismo además aumenta la resistencia y permite adelgazar. Otro ejercicio recomendable es el baile, una actividad que mantiene la agilidad y permite la relajación
Una actividad física para cada corazón
Los pacientes que ya tuvieron eventos cardiovasculares deben realizar actividad física enmarcada dentro de un programa de rehabilitación cardiovascular. Aquellas personas, especialmente los hombres mayores a 45 años y las mujeres mayores a 55 años, aún no habiendo tenido un evento coronario, es aconsejable que antes de iniciar una actividad, realicen un chequeo médico que evidencie que el paciente se encuentra apto para iniciar la actividad física adecuada para su edad y sexo.
Para asegurarse un corazón sano durante el transcurso de la vida es fundamental realizar actividad física moderada de manera regular.