En el contexto actual de crisis energética, la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) desarrolló una investigación que describe el enorme potencial que tiene la Argentina para la generación de bioenergía. El estudio alienta a diseñar sistemas productivos sustentables, que disminuyan el desmonte que hoy se realiza para expandir la frontera agrícola en la región chaqueña, y propone utilizar la biomasa de los bosques que eventualmente se quema en fuegos de vegetación naturales para producir electricidad.
“Cada año, la vegetación que se pierde en incendios en la Argentina permitiría satisfacer la demanda total de energía eléctrica del país”, sostuvo Santiago Verón, investigador del departamento de Métodos Cuantitativos de la FAUBA y del CONICET. Sus cálculos abarcan la conversión de biomasa en electricidad (bioelectricidad) de todos los fuegos registrados en la Argentina entre 2003 y 2010, tanto los generados por el hombre (por desmontes, por ejemplo), y otros por causas ajenas.
“Podríamos generar 154 terawatts por hora de electricidad por año, cuando el consumo de nuestro país en 2008 fue de 110 tw/h. O sea que estamos por encima del 100% de la electricidad necesaria”, aseguró. “Si bien no se pueden utilizar todos los fuegos que ocurrieron en el país en ese período, podemos apreciar la magnitud de este recurso”, advirtió Verón, quien también es investigador del INTA Castelar.
Las conclusiones del estudio revelan una situación privilegiada de la Argentina en materia de bioenergía, ya que forma parte de un grupo de 57 países que podrían satisfacer su demanda total de electricidad a partir de la energía que se libera en los fuegos de vegetación. Además, el trabajo señala que la utilización de esta fuente de energía podría reducir las emisiones de gases con efecto invernadero al reemplazar a los combustibles fósiles involucrados en la generación termoeléctrica. A diferencia de estos últimos, la utilización de biomasa vegetal constituye una recirculación de carbono y no un aporte neto de CO2 a la atmosfera, como cuando se usa gas o fueloil para generar electricidad.
¿Cómo se podría canalizar esa energía hacia la producción de electricidad? “Según nuestros cálculos, durante el período analizado (2003-2010), los fuegos consumieron en promedio el 11% de la productividad primaria neta de los bosques chaqueños. Entonces, proponemos que el hombre se apropie de ese 11% del crecimiento anual de las plantas, mediante cosechas mecánicas, y lo utilice para generar electricidad en una planta de generación termoeléctrica como las disponibles actualmente”, dijo el investigador.
Según las mediciones de la FAUBA, una planta de generación térmica con una capacidad instalada de 113 megawats (equivalente a 1/3 de Atucha 1 o a 1/6 de Atucha 2), requiere un área circular de 34 km de diámetro de bosque chaqueño para funcionar durante todo un año, lo cual no representaría una gran superficie para la región. Con una red de alta tensión, la energía generada en el bosque chaqueño se podría utilizar en cualquier cordón industrial o ciudad del país.
La producción de bioelectricidad no implica un cambio tan radical el uso del suelo como sucede cuando se reemplaza el monte por el cultivo de soja, y a la vez representa un uso mucho más eficiente respecto de la producción de carbón que se realiza en esos bosques bajo condiciones de trabajo extremadamente precarias.
“Buscamos hacer un uso más inteligente del espacio, que en los próximos años va a ser fundamental, porque el problema ya no sólo se plantea entre la producción agrícola y el ambiente, sino entre la agricultura para alimentos, la preservación de los recursos naturales y un nuevo actor, que es la energía. Hoy, todo esto lo estamos yendo a buscar a un mismo ecosistema, porque en la medida que se acaben los combustibles fósiles, ya no los podemos ir a buscar al subsuelo”, afirmó Verón.
Las investigaciones también incluyeron el cálculo de la cantidad de energía que se disipa a partir de incendios de vegetación a nivel global, con resultados reveladores, ya que, en promedio, cada año se quema una superficie de alrededor de 4,3 millones de kilómetros cuadrados por incendios naturales y provocados por el hombre, para incorporar nuevas áreas a la agricultura, por ejemplo. Se trata de una superficie equivalente a la de India.
Los resultados del trabajo muestran que la energía disipada en esos fuegos equivale al 15% de la energía que se consume anualmente en el mundo. Sólo teniendo en cuenta la electricidad, se podría satisfacer el 47% del consumo anual global, considerando eficiencias conservadoras de conversión de biomasa a electricidad.
Según José Paruelo, director de la licenciatura en Ciencias Ambientales de la FAUBA, “estos estudios sugieren la posibilidad de pensar los sistemas productivos en la región chaqueña desde otra perspectiva, porque cuando se elimina el bosque, se elimina un sistema que tiene una productividad mucho más alta que el sistema que generalmente lo reemplaza, el cultivo de soja, que en Argentina se destina cada vez más a la producción de biodiesel, es decir, a producir energía”.
Paruelo señala que existe una contradicción porque el cultivo de soja genera menos energía que el bosque, y lo estamos reemplazando para producir energía. Esta práctica, si bien puede ser rentable desde el punto de vista económico, es poco eficiente desde lo energético, teniendo en cuenta alternativas como la producción de electricidad a partir de la biomasa del bosque.
“Esto requiere repensar el sistema de otra manera, para aprovecharlo de forma sustentable, solucionando una cantidad enorme de problemas que tienen que ver con cómo aprovechar esa energía. Es una alerta para decir: Podemos estar encontrando una solución a la manera de aprovechar estos bosques para cubrir las necesidades energéticas, que podría ser más racional, eficiente y sustentable que hacer biocombustibles”, afirmó.