Por Marian Ventura, asesora en comunicación y sustentabilidad. Fundadora de done!
El mes del Día Internacional del Medio Ambiente nos encuentra confinados, distanciados y atravesando el experimento de teletrabajo más masivo de la historia y frente a toda nuestra vulnerabilidad como habitantes de un entorno que, esta vez, no logramos dominar. La naturaleza nos está enviando un mensaje: para cuidar de nosotros, primero debemos cuidarla.
Sin traslados, sin cafés de pasada, sin papelería corporativa y sin monitores encendidos 24×7, pareciera que le hemos dado una pausa a nuestra huella ambiental cotidiana.
Sin embargo, hay algunos ejercicios que podemos poner en práctica desde nuestras casas para asegurarnos de que esta “nueva” oficina tenga el menor impacto posible en el ambiente.
El consumo de energía eléctrica es lo que más carga nuestra huella ambiental. Y aunque sea elemental para trabajar, suele haber muchos desvíos que podemos evitar. Por ejemplo, muchos dispositivos consumen energía eléctrica aún cuando están apagados, lo que puede representar hasta el 20% de tu factura de electricidad. Para no estar pendientes de esto, existen enchufes inteligentes que detectan cuando un aparato no está en uso y cortan la alimentación automáticamente.
Además, muchos de nuestros dispositivos electrónicos vienen con un modo ecológico. Cuando no necesitemos que estos funcionen a su máxima capacidad, podemos habilitar este modo para ahorrar energía. Y recordar usarlos, como el modo suspensión de la computadora portátil, cada vez que nos alejemos de ella.
Si tenemos la suerte de contar con luz natural, aprovecharla para iluminar nuestra oficina. Si no es posible, podemos depender de iluminación LED de bajo consumo.
El promedio de desechos generados por cada habitante de la Argentina es de más de un kilo por día. Y con los nuevos hábitos de prevención por la pandemia del COVID-19, aumenta el uso de materiales descartables, de embalajes y deliverys, que engrosan los basurales y contaminan los océanos.
Para evitarlo, este ejercicio se practica de cinco maneras distintas. En primer lugar, rechazando materiales de un sólo uso, como bolsas plásticas y contenedores de alimentos de telgopor; luego, reduciendo el uso de recursos valiosos como el papel (¡digitalicemos nuestras anotaciones!). A continuación, reutilizando artículos en vez de usar desechables, y para eso nada más práctico que incorporar botellas de agua, tazas térmicas, bolsas de telas y contenedores herméticos a nuestras oficinas. Finalmente, recuperando todo lo que pueda tener una segunda vida y, lo que no, separándolo y llevándolo a un centro de disposición adecuado para que pueda ser reciclado. Los materiales complejos de reciclar, como el aluminio y plásticos pequeños, pueden ser comprimidos en una “Botella de amor”, botellas plásticas que pueden acercarse a un punto de acopio para que una organización social las pueda convertir en mobiliario con un fin solidario.
Una investigación realizada por la NASA reveló que las plantas de interior reducen hasta el 87% de los contaminantes del aire en 24 horas. Además de relajar la vista, plantas como los lirios de paz, árboles de hoja perenne chinos, las hiedras inglesas, las sansevierias y los ficus, pueden mejorar la calidad general del aire y absorber contaminantes nocivos como el monóxido de carbono, formaldehído, tricloroetileno y benceno. A estos beneficios, muchos estudios agregan que permanecer entre la vegetación aumenta la productividad y los niveles cognitivos, reduce las enfermedades y mejora la calidad del sueño. Bonus track: estos tipos de plantas necesitan muy poco mantenimiento.
Todos los días hay un nuevo emprendedor sostenible que diseña bajo los conceptos de la economía circular, poniendo en ejercicio su creatividad para lograr recuperar, reutilizar y/o reciclar materia prima posconsumo. Desde los insumos de papelería, mobiliario y todo tipo de objetos que completan nuestra oficina. Para eso, podemos buscar sellos y etiquetas como los de FSC (papel proveniente de bosques responsablemente gestionados), Rainforest Alliance o Empresa B.
Además de incentivar la valorización de los recursos naturales, en este contexto no hay gesto más sostenible que el de ayudar a un emprendedor.
Hay una relación directa entre eficiencia y huella ambiental. Si lo pensamos, una buena organización de nuestra jornada, que implique tener videollamadas más breves y productivas, enviar una menor cantidad e-mails, videos y audios innecesarios; reducir procesos y alivianar gestiones; redundará en un menor impacto ambiental. Porque se traducirá en un menor consumo de ancho de banda, de centros de datos, de electricidad y por ende, de quema de combustibles fósiles. Así que, en esta nueva oficina, podemos ejercitar poner nuestra productividad y eficiencia al servicio de un propósito mayor: el de contribuir a la lucha contra la emergencia climática.
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