Testigos es una comedia sobre lo simultáneo.
Por lo tanto, sobre el tiempo.
Esta simultaneidad se construye desde lo más simple: las acciones convencionales que varios personajes realizan encerrados -por determinadas circunstancias- en un galpón.
Se supone que hay acciones que son más importantes que otras ya que definen con más fuerza los acontecimientos.
¿Pero esto es así realmente?
¿Cómo podríamos catalogar su importancia?
Porque cada pequeña acción que uno realiza influye en las acciones de los otros, pero ¿qué pasa cuando hay muchas personas accionando en un mismo ámbito simultáneamente?
¿Podría cambiar nuestra vida porque otro mira, fuma un cigarrillo o toma un mate, por ejemplo?
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Entonces, si cada mínima acción puede ser un disparador hacia lo imprevisto se multiplican las posibilidades de que lo que llamamos “normalidad” sea mucho más frágil de lo que creemos. Estamos cerca de que nuestra vida “normal” se transforme en una linda historia, o en un confuso hecho policial, sin imaginarlo minutos antes.
En Testigos, las historias de los personajes -encimadas unas sobre otras – son las que forman una sola historia que es la resultante de todas ellas, en ese espacio, simultáneamente.