Por Marcelo Carbone, founder y CEO de Pertix Tech y Comunidad Pertix.com, CEO de Grupo Crescent, licenciado en Administración, consultor de empresas, docente universitario y disertante TEDx.
A pesar de las diferentes realidades, contextos y niveles de desarrollo entre América Latina y España, al que muchos consideran parte del primer mundo, e independientemente de las diferencias entre las legislaciones y regulaciones de cada país, existen puntos en común y se nos presentan problemáticas compartidas.
Por ejemplo: según la Dirección General de Industria y de la Pequeña y Mediana Empresa (DGPYME), en todo el territorio español había, en marzo de 2022, casi tres millones de pymes, de las que el 40% son micropymes, el 5% son pequeñas y menos del 1% son medianas. La pregunta es ¿dónde está el 54% que nos falta? Pues dice la DGPYME que esa interesante cantidad de empresas que no cuadran en ninguna de las anteriores categorías, en realidad no poseen trabajadores registrados con prestaciones legales.
Con estos datos podemos concluir que al parecer la economía española pos pandemia no les estaría haciendo un favor a su crecimiento.
Tras conocer estos datos, y otros muchos más a los que cualquiera puede tener acceso, podemos vislumbrar la similitud del impacto de las pymes en la economía de España comparada con las de América Latina, en donde las micro, pequeñas y medianas conforman casi el 99 % del total de empresas y aportan más del 60% del PBI.
Asimismo, estos estudios muestran que los empresarios españoles encuentran ciertos inconvenientes para su crecimiento, desarrollo y sustentabilidad que a los empresarios de Latam ya nos resultan familiares. Estos son: deficiente visión empresarial de mediano y largo plazo, lo que reduce las chances de que pueda planificarse el crecimiento sostenido; la falta de recursos humanos confiables para dichas estructuras (ya que el ciudadano medio prefiere las corporaciones más importantes); el miedo a la internacionalización, ligado a una duda fundamental acerca de la diferencia de competitividades con otros jugadores europeos y, por último, una gran barrera vinculada a la profesionalización de los propietarios y directivos, que no les permite caminar al paso del resto hacia la reconversión digital y tecnológica de los negocios.
Claramente los latinoamericanos, en todo nuestro desorden, juventud, crisis políticas y económicas cíclicas y una marcada inestabilidad de nuestros mercados, tenemos los mismos problemas para crecer que tienen los empresarios españoles.
Todo esto debería llamarnos a la reflexión acerca de la forma en que estamos encarando el futuro en una América con que está más alejada de los centros de poder, que opera con costos de capital más altos, con empresas a las que les cuesta más operar el comercio internacional, con ciudadanos trabajadores con muchas más necesidades insatisfechas que los operarios españoles (aparentemente), y más dificultades para acceder a la tecnología productiva necesaria para dar un paso adelante.
Si con todo ello nos damos cuenta de que nuestras ventajas competitivas pueden y deben ser reconocidas, ampliadas y puestas a disposición de una economía regional que clama por oportunidades y crecimiento, no nos queda otra que tomar el compromiso de desarrollo de largo plazo.
Esto nos requerirá trabajar activamente en la generación de educación de calidad y conocimiento primero, para llegar después a la germinación espontánea de oportunidades, que en nuestro lado del mundo son tan masivas como necesidades insatisfechas tenemos.
La mirada crítica sobre nosotros mismos y la convicción de cuál es el futuro que queremos, nos va a ayudar a emprender nuevos retos, mirando primero a los mercados locales y después a los externos, pero siempre haciendo honor a nuestras ventajas competitivas para volver a nuestras economías más rentables y sustentables.