por Daniel Sepúlveda, Vicepresidente de Relaciones Gubernamentales Globales de MediaMath
Cuando la nueva ley europea de Regulación General de Protección de Datos (GDPR, por sus siglas en inglés) entró en vigencia el 25 de mayo, revivió el largo debate de décadas sobre privacidad y las barreras regulatorias para el uso comercial de la información personal en Internet, llevándolo a las portadas de los periódicos alrededor del mundo.
Dado que la regulación fue creada en Europa, algunos miembros tanto de la industria como de los medios, consideran que la GDPR es de alguna manera, un «problema de Europa», pero no es así. Es un llamado global para quienes recolectamos, usamos o distribuimos información de las personas, a reflexionar sobre cómo nos relacionamos con el consumidor final.
También brinda información relevante para todos los stakeholders, que pueden ser gobiernos interesados en hacer su propia legislación, empresas e industrias que usan datos, operadores y editores de páginas web, e incluso los propios usuarios de Internet.
Se trata de soluciones alternativas que funcionarán para todo el mundo
La primera de estas lecciones es no concluir que Europa tiene una filosofía de regulación agresiva y que por lo tanto no obtendremos nada al analizar la elaboración de la GDPR. En parte se trata de cómo aquellos que estábamos preocupados por la legislación nos acercamos para influir en el resultado. Los legisladores y reguladores, tanto de Estados Unidos como de otros países, son libres de hacer leyes buenas, regulares o malas y van a seguir haciéndolo. Entonces, la primera lección de la GDPR debe ser que oponerse a la regulación o a ideas para la protección de la privacidad de los consumidores en la era digital, sin ofrecer soluciones a las inquietudes de los consumidores, es algo que no va a funcionar.
La GDPR fue ideada para construir reglas en el trato de datos personales, que brindarán a las personas una mayor tranquilidad. Es el resultado de la presión política a partir de la preocupación de los consumidores europeos ante las prácticas comerciales con sus datos, ya que consideran que carecen de transparencia o de una gestión adecuada, y es la respuesta por parte de los legisladores europeos, quienes actuaron para proteger los derechos fundamentales de la gente. Ahora que es una ley, debemos trabajar de manera cooperativa y colaborativa con especialistas de la región, para implementar la regulación de forma moderada y razonable.
Como una industria dependiente de la tecnología y la data, también debemos escuchar y enfrentar el desafío de poner al consumidor y sus intereses en primer lugar independientemente de la GDPR y anticiparnos a las propuestas de reglas y leyes que están por venir. No debemos limitarnos a cumplir en lo mínimo con todas las leyes, ni tampoco enfrentar costosas batallas para impugnar cada iniciativa de ley y rechazar las nuevas propuestas de restricción de datos. En lugar de ello, debemos proporcionar alternativas para la protección del consumidor en la era digital, que sean más flexibles y permitan la innovación en mayor medida que la GDPR, y al mismo tiempo hacer tan bien o mejor, la tarea de poner a los consumidores a cargo de sus experiencias e identidad digitales. Esto deberíamos hacerlo a través de la autorregulación, la cooperación público-privada y un enfoque abierto a la modernización de la legislación existente.
Se trata de dar y recibir
Para ayudar a construir este nuevo contrato social para la era digital, debemos comprometernos a crear un mercado online en el que se respeten los derechos y las necesidades tanto de los actores del mercado digital, como de los consumidores. No necesitamos un gobierno que nos obligue a hacerlo; debemos dimensionar correctamente el intercambio de valor en el ecosistema y hacerlo mucho más transparente y explícito. Estamos pidiendo la atención y el tiempo de los consumidores, por lo que a cambio debemos ofrecerles experiencias publicitarias que respeten la dignidad digital de los consumidores y al mismo tiempo, los enriquezcan, entretengan, informen y eduquen.
Se trata de entender que Internet es global, no local
Países como Brasil y Australia, así como algunos estados de Estados Unidos -incluyendo California- están considerando replicar la GDPR o proponer una legislación similar. Gran parte de ella podría hacerse mejor; sobre todo lo relacionado con la premisa de que compartir datos es malo en sí mismo.
No obstante, este aumento en las inquietudes de las propuestas de los legisladores, representa un poderoso llamado para el empoderamiento digital individual. Los consumidores de todo el mundo están alzando la voz y pidiendo un mejor trato en la web. El ecosistema digital debió haber respondido mejor a esos llamados. Dejando de lado las nuevas leyes y regulaciones potenciales, solo necesitamos ver la creciente ola de bloqueo de anuncios, para escuchar lo que los usuarios quieren. El comportamiento global del consumidor, al igual que el Internet, no depende ni se limita a ningún esquema de regulación geográfico en particular.
Se trata del usuario y el consumidor, no del país o la empresa
Para ganar el apoyo de los ciudadanos y de sus representantes en el continuo desarrollo de una economía global basada en datos, debemos adoptar la filosofía de que el consumidor es primero. Es necesario entablar un diálogo transparente con los usuarios y tratar su información de manera que una persona promedio pueda razonablemente entender y aceptar. Ese es un desafío justo, y es el gran objetivo de la GDPR y de otras propuestas.