Por Mariano Garrasino, Director de Ventas, Desarrollo de Negocios y Marketing de Mercado Pago.
El Gobierno Nacional, a través del Banco Central, impulsa desde hace casi un año medidas que fortalecen el cambio hacia una banca cada vez más tecnológica, inclusiva, segura y amigable para los usuarios. Reducir el uso de efectivo fomentando las transacciones digitales es uno de los objetivos que se persiguen, siguiendo modelos como Suecia, donde apenas el 5% de las compras al por menor se realizan con billetes; o India, que redujo la emisión de papel moneda. El dinero electrónico no es una tendencia futurista. Con aplicaciones concretas a nivel local, el dinero electrónico es cada vez más real y menos virtual.
Los argentinos, casi sin darse cuenta, ya se encuentran hoy realizando transacciones 100% digitales en distintas situaciones de la vida cotidiana. En el último año las billeteras virtuales ganaron terreno y permiten abonar en más de 500 restaurants de todo el territorio. Asimismo, ya existen soluciones que permiten efectuar el pago de la carga de combustible en estaciones de servicio mediante el scanneo de un código QR desde un smartphone. También se puede reservar, mapear el trayecto de un viaje en taxi y pagarlo directamente desde una aplicación sin utilizar dinero físico.
Agregar saldo a la tarjeta SUBE o al celular, o pagar las boletas de luz, gas, teléfono o cualquier otro servicio hogareño escaneado el código de barras también desde un dispositivo móvil ya es cosa del presente. Incluso, estas plataformas tienen un uso “social”, que permite realizar transferencias entre personas, por ejemplo, para los gastos compartidos de un regalo o de una cena, sin preocuparse por tener el cambio justo. Y yendo a experiencias totalmente cash free, muchos han tenido la oportunidad de ir a un recital o una feria y contar con una pulsera para pagar todos dentro del predio sin tener que usar un billete.
El cambio se ve también a nivel Gobierno. A partir de marzo de este año, por ejemplo, el Banco Central destruyó buena parte de los billetes de $100 -que representaban el 91% del circulante para llegar al 70%- y los reemplazó por los de $200 y $500, reduciendo así la cantidad de efectivo que había en la calle. Otra de las medidas para fortalecer el uso de pagos alternativos al efectivo es la que obliga a todos los comercios a aceptar tarjetas de débito. Si, adicionalmente, se suma a la rebaja en las comisiones a las operaciones con ambos tipos de pago; o la creación impulsada por el BCRA del debin, un sistema que debita automáticamente de la cuenta del cliente bancario una vez que autorizó el respectivo cobro de algún bien o servicio, a la luz queda la intención de poner fin al cash.
El 50% de la población económicamente activa del país no está bancarizada, de acuerdo con un estudio elaborado por el Banco Mundial. Índices del mismo organismo indican que el 25% del PBI de Argentina está en negro. En la otra mano, en Argentina hay un 25% más de smartphones que de habitantes, según el Mobility Report de Ericsson. Entonces, la ecuación es lógica: la vía para democratizar los servicios financieros será a través de la tecnología. Esta propone experiencias realmente superadoras, que permiten empoderar a los usuarios. Ya no se trata sólo de utilizar un plástico, sino de ni siquiera tener que llevarlo consigo. Los avances permiten pagar con el celular, un objeto que la mayoría de los adultos tiene en sus manos en todo momento y siempre está disponible.
¿Qué falta, entonces, para la masificación de las nuevas soluciones? Un aspecto es la penetración de smartphones y tablets en todas las capas sociales, especialmente en la base de la pirámide, que le permite a la mayor parte de la población argentina encontrar en el dinero electrónico la forma de inclusión financiera que el sistema bancario tradicional no ha podido resolver hasta el momento. Y, fundamentalmente, tiempo. Tanto para que cada vez sean más los comercios que ofrezcan estas formas de pago, como también para que los usuarios los demanden.