Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el ACV es la primera causa de discapacidad y la segunda de muerte en países industrializados. “Existen dos clases de ACV: isquémico, por obstrucción aguda de una arteria cerebral, con repentina interrupción de su flujo sanguíneo, o hemorrágico por ruptura vascular”, especifica el Dr. Osvaldo Fustinoni (Jefe del Área de Enfermedades Cerebrovasculares de INEBA, Instituto de Neurociencias Buenos Aires).
En Argentina cada cuatro minutos una persona sufre un ACV. El más frecuente es el isquémico (80% de los casos). Reconocer los síntomas rápidamente es fundamental para intervenir a tiempo, ya que sólo dentro de las primeras cuatro horas y media de producido un ACV isquémico puede aplicarse el tratamiento específico que permite revertir los daños y minimizar o reducir las secuelas: la trombolisis cerebral.
Síntomas habituales del ataque cerebral
Las señales son repentinas y pueden ser detectadas por la persona afectada o sus allegados:
Ausencia de sensación, debilidad o adormecimiento en la cara, el brazo o la pierna, usualmente en un lado del cuerpo
Confusión, problemas repentinos para hablar o comprender el lenguaje.
Dificultades para ver, desde oscurecimiento hasta visión doble, con uno o ambos ojos.
Inconvenientes para caminar, mareo, vértigo, pérdida del equilibrio o de la coordinación motora.
Intenso y súbito dolor de cabeza.
Test sencillo para reconocer un ACV
A través de algunas simples pruebas es posible notar la presencia de un ataque cerebral.
Sonreír: Normal: ambos lados se mueven igualmente
Anormal: un lado del rostro no se mueve igual
Levantar los brazos y piernas: Normal: ambos se mueven al unísono.
Anormal: un miembro cae más que el otro.
Decir una frase: Normal: pronuncia sin dificultad.
Anormal: habla con dificultad, arrastra, “borronea” las palabras o enmudece.
En caso de notar alguna de las alteraciones mencionadas es fundamental comunicarse con un servicio de emergencias, informando que estamos frente a un probable ACV, una emergencia neurológica que requiere el urgente traslado e internación del paciente en un centro adecuado para su eventual tratamiento con trombolisis
La vida después de un ACV
Las lesiones generan determinados y variados déficits neurológicos dependiendo de la región del cerebro afectada. Podrán ocasionar alteración o pérdida de una determinada función de la vida diaria (caminar, vestirse, comer solo, higienizarse, escribir, hablar y/o entender), generando distintas discapacidades, que en muchos casos repercuten en la esfera personal y laboral (aislamiento social, problemas de pareja y dificultades en el trabajo, entre otros). En aquellos casos en los que la intervención no se hace a tiempo o no resulta eficaz, se origina una secuela o déficit funcional. Éste solamente podrá ser mejorado con una adecuada neuro-rehabilitación, un proceso educativo destinado a disminuir las discapacidades o desventajas ocasionadas por un ACV.
La Neuroplasticidad es la propiedad natural del sistema nervioso de reorientar su función y reorganizarse ante una injuria. Las estructuras nerviosas no perjudicadas tratan de reemplazar la función del área dañada “aprendiendo esa función”. El Dr. Fustinoni afirma que “con los estímulos adecuados, el sistema nervioso puede “aprender” a volver a funcionar bien, pero sin ellos también puede, distorsionadamente, “aprender” a funcionar mal o lo que es peor, a NO funcionar. Con correctas estrategias de neuro-rehabilitación se pueden “reconducir” y dirigir estos mecanismos, promoviendo y recuperando la función neurológica dañada”.
Teniendo en cuenta que la neuroplasticidad no se mantiene si no se estimula, surge el concepto de que la neuro-rehabilitación debe iniciarse lo más precozmente posible, incluso no bien instalado el ACV. Cuanto más tiempo pase sin que se inicie la rehabilitación, más se perderá la posibilidad de recuperación.
Factores de riesgo y la importancia de la prevención
“Es importante recordar que la presentación de un ACV está relacionada con la presencia de los denominados “factores de riesgo vascular”: la hipertensión arterial, la enfermedad cardíaca preexistente, el consumo de cigarrillos, el sedentarismo, el sobrepeso, la diabetes, el estrés, el colesterol elevado, el consumo excesivo de alcohol y el uso de drogas ilícitas”, explica el Dr. Fernando Cáceres (Director General de INEBA). La prevención es fundamental y, si bien no anula la probabilidad de sufrir un ACV, la disminuye en un alto grado.
El paciente debe recibir la medicación preventiva que corresponda según sus factores de riesgo: drogas para bajar la presión arterial o el colesterol, y drogas antitrombóticas para prevenir las obstrucciones vasculares. Además, y esto es de suma importancia, se requiere la modificación de hábitos, que incluyen dejar de fumar, dejar de consumir alcohol o drogas, recibir una alimentación correcta, descender el eventual sobrepeso, efectuar un nivel adecuado de actividad física aeróbica y replantear el nivel de estrés laboral y social.
Lamentablemente, es muy elevada la probabilidad de sufrir o repetir un ACV si no se corrigen los factores de riesgo. El Dr Cáceres advierte: “Cuando el paciente y su entorno están en manos del equipo interdisciplinario de Neuro Rehabilitación es quizás el momento más oportuno para iniciar esos “cambios de hábitos de vida” que son tan necesarios para el buen pronóstico y para “no tropezar dos veces con la misma piedra”.
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