Alejandro Castro Santander, psicopedagogo institucional y coordinador del Observatorio de la Convivencia Escolar de la UCA comenzó a indagar entre alumnos y profesores los alcances del bullying, un fenómeno de acoso entre compañeros que ocurre en el interior de las escuelas, casi siempre a espaldas de los adultos porque quienes lo sufren rara vez lo manifiestan o lo hacen cuando la agresión ya lleva largo tiempo. Según Castro Santander “ahora, la violencia verbal directa (insultos, burlas) se da en todas las edades, pero a medida que van creciendo se transforma en más indirecta (murmuración). Entre los más chicos la violencia es más física directa (golpes) pero en la adolescencia se incrementa el esconder o romperse los útiles u otras pertenencias”.
Las conclusiones del estudio realizado por el Observatorio de la Convivencia Escolar de la UCA indican que:
• Frente a la violencia indirecta el 46% dice sufrirla a veces y el 11% mucho.
• En las edades más tempranas interviene más lo físico directo y lo verbal, mientras que en el secundario se transforma en indirecto -murmuraciones, amenazas, robos- y lo social -rechazo y aislamiento-, algo muy preocupante ya que la aceptación en el grupo es crucial.
• El 32% dice sufrir a veces agresiones físicas y el 62% agresiones verbales. Aunque también hacen autocrítica: el 62% confió haber maltratado a sus compañeros a veces y el 6% continuamente.
• Los maestros y padres son los últimos en enterarse del problema. Ante reiterados hechos de violencia, el 57% de los niños se calla y del resto, el 70%, se lo comunica a sus amigos, después a los padres y finalmente al docente. Esto hace que se incremente su invisibilidad y sea tan difícil de prevenir.
• El 97% de los docentes manifestó que actualmente existen situaciones de violencia en las escuelas.
• El 37% reconoce sentirse desmotivado con respecto a su tarea docente.
• El 78% cree que las dificultades en el desempeño del trabajo afectan su salud.
Celulares e Internet: nuevas modalidades de violencia y acoso
¿El padecimiento de algunos chicos, empieza al entrar en la escuela y finaliza a la hora de salida? La realidad nos está indicando que no. Las víctimas hoy son atacadas cara a cara dentro de la escuela y también fuera de ella, a través de las nuevas tecnologías que hoy están a disposición de los chicos.
Los adolescentes no sólo se sienten tremendamente atraídos por todo lo relacionado con las nuevas tecnologías, sino que además las manejan muy bien. Así es que los jóvenes con una personalidad agresora también se valen de esos medios -además de los “tradicionales”- para abusar de sus compañeros y también de sus docentes.
El maltrato y formas de violencia indirecta mediante SMS, correos electrónicos anónimos, páginas web difamatorias o que alojan videos (YouTube), son cada vez más habituales y se han convertido en una de las armas preferidas por los abusadores o acosadores, a la hora de burlarse, atemorizar o, en definitiva, buscar la forma de dañar a sus compañeros. Básicamente, este tipo de violencia -que puede acarrear graves consecuencias en la formación de la identidad y personalidad de los agredidos- consiste en esperar o generar situaciones dentro del ámbito escolar, para registrarlas mediante fotos en la cámara del celular o en video y poder exhibirlas después como trofeo. “El efecto en las víctimas varía. En algunas es mínimo, el ataque les resulta indiferente. En otras es traumático, dejan de ir al colegio, y si los ataques aumentan intentan cambiar de escuela, sufren depresiones y lamentablemente también conocemos casos de suicidio”, sostiene Castro Santander.
Por otro lado, se calcula que un 50 por ciento de los padres sabe que sus hijos tienen acceso a Internet, pero sólo el 20 por ciento ha establecido normas para asegurarse de que los menores hagan un buen uso de este recurso, mientras que un 40 por ciento reconoce que no establece ninguna regla. Es la televisión la que aparece como el medio que más preocupa a los padres, quienes aseguran imponer normas a sus hijos sobre el tiempo y la programación. Por lo general, los padres suelen coincidir en las normas por las cuales prohíben visitar ciertas páginas de Internet o limitan navegar demasiadas horas por la red, pero hoy queda claro que del mismo modo deberían enseñar a sus hijos los riesgos que puede implicar el uso de Internet (enviar datos personales, concurrir a citas, etc.)
En definitiva la labor de proteger a nuestros niños y adolescentes en su desarrollo implica limitar pero también permitir el acceso autónomo a fuentes informativas. Habrá siempre un margen de incertidumbre dado por la subjetividad de cada chico en su exploración del mundo. Acompañar críticamente, pero sin pretender controlarlo todo, probablemente sea la alternativa más inteligente a la hora de tratar estos temas tan desafiantes. Es importante que los niños y adolescentes perciban que lo que les estamos ofreciendo es cuidado y no vigilancia, prevención y no represión, preocupación y no control.
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